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Bescós de la Garcipollera

Esta pequeña localidad hoy en ruinas está enclavada a 932 metros de altitud en el corazón del recóndito y tranquilo valle de la Garcipollera, en la margen derecha del río Ijuez, cuyas aguas movían antaño las ruedas de un molino harinero.

Formó municipio propio que incluyó Bergosa y Yosa hasta 1961 en que se incorporó al de Jaca. El fogaje que Fernando el Católico ordenó en 1495 daba a Bescos 13 fuegos. En 1857 tenía 227 habitantes y 334 en 1900. Contaba con 4 en 2004.
La adquisición para repoblación forestal de Bescós, Acín, Larrosa, Yosa, Bergosa y Villanovilla explica su progresivo abandono desde finales de los años cincuenta del siglo XX. No obstante, el Centro Experimental de Explotación Ganadera le ha permitido mantener una reducida población. Así, las viviendas de sus empleados y del guarda forestal constituyen el núcleo actual, edificado al pie de la antigua población.

HISTORIA

Bescose, Beschoss o Bescós, como aparece en los documentos medievales, fue la capital del vallis Cepollaria que durante la Edad Media estuvo bajo el dominio del noble linaje de los Abarca, llegando a establecerse con el tiempo una baronía de Garcipollera. En el siglo XI el monasterio de San Juan de la Peña tuvo propiedades en Bescós pero no su iglesia (los dos documentos que referían su donación en 1014 y 1071 son espurios), que sí poseía en el siglo XIII. En 1188 el lugar formaba parte de las posesiones del castillo de Atarés que el rey Alfonso II donó al monasterio de Santa Cruz de la Serós a cambio de las villas de Aísa y Villanúa. En torno a 1450 formó parte de la línea defensiva establecida para proteger las fronteras del reino de Aragón frente a Francia. En 1495 pertenecía a la catedral de Jaca y siguió siendo lugar de señorío eclesiástico hasta el siglo XIX.

ARTE

Situada en alto junto al cementerio, dominando la población, la arruinada iglesia parroquial de San Miguel fue en origen un edificio románico (siglo XII) del que se conserva su ábside, reaprovechado en la posterior cabecera gótica (de tosca bóveda de nervios). En el siglo XVIII adquirió su fisonomía definitiva al edificarse una nave rectangular con la cabecera recta orientada al norte -el primitivo ábside pasó a ser una capilla lateral o el brazo de un crucero-, dotada de austera fachada (con curioso óculo de rústico parteluz cruciforme) y torre-campanario. A esta época corresponde una sarga pintada conservada en el Museo Diocesano de Jaca.
En la cercana pardina de San Clemente se hallan los restos de un despoblado medieval y del monasterio de San Clemente de la Garcipollera, existente ya en 1028 y poco después dependiente del de San Juan de la Peña. Bescós tenía también dos ermitas, la de San Bartolomé y la de la Asunción.

ARQUITECTURA POPULAR

Asentada en llano, de las cuarenta casas que a mediados del siglo XIX decía Madoz que conformaban su casco urbano no se ven ya más que ruinas. Poco se distingue también del primitivo trazado de las calles en torno a la pequeña plaza y de sus barrios alto y bajo y arrabal. La mayoría de las casas son exentas y de considerable tamaño. Algunas han resistido estoicamente el abandono y muestran sus muros de mampostería en toda su altura, horadados por amplias ventanas y balcones con los dinteles de gruesas vigas de madera. Los tejados eran de losa y a veces apoyaban sobre sencillas cornisas de canecillos pétreos. Resisten también varias chimeneas de forma cuadrada e incluso en algún caso el derrumbe de los muros ha dejado al descubierto el espacio, antes íntimo, del hogar.

FIESTAS Y TRADICIONES

Las fiestas patronales en honor de San Bartolomé se celebran el 24 de agosto y se sigue participando en la romería a la Virgen de Iguácel el segundo domingo de julio.